EL DESPUÉS DEL CABLE
La historia del hombre se ha ido formando con determinados hitos que marcan un antes y un después, y que señalan el nacimiento de una nueva etapa. Hubo un antes y un después del fuego; un antes y después de la penicilina; un antes y después de la conquista del espacio. En el caso del cable también ha habido un antes y un después. Pero un después, quizás, no esperado por muchos… Rondaba yo los seis o siete años de edad. Después de llegar del colegio nos sentábamos delante de la televisión. Para nosotros, y para la mayoría de los españoles, la caja tonta era fundamental para el entretenimiento. Sin embargo, la oferta era escasa: Televisión Española, la madre de la televisión en España, La 2 y posteriormente un recién nacido Canal Sur. Recuerdo que Antonio, vecino de la calle de al lado, se hizo muy popular en el barrio. Todo el mundo hablaba de él. Por lo visto se hizo con unos cables que iba conectando con las casas de los vecinos. Por entonces yo no conocía más cable que el que me daba luz en casa. Sin embargo, no había otros temas de conversación. Podían ver más cosas que las que emitía Televisión Española. Aquella calle era la envidia de todo el barrio. Y nosotros, los de nuestra calle, no íbamos a ser menos. El cable que unía inicialmente a varios vecinos, cruzó la calle para conectarse con las viviendas colindantes –entre ellas la mía– a través de las fachadas y, poco a poco, esa red se fue extendiendo al resto de la barriada. Le llamaban vídeo comunitario. Tan comunitario fue que nadie podía estar sin tenerlo. La cuota no llegaba a las 500 pesetas mensuales, que se encargaba de recaudar el hijo del dueño todos los principios de mes. Sería las bases de la televisión de pago. Al principio el vídeo comunitario tan sólo emitía películas. Cuando llegaron las cadenas privadas, éstas se añadieron al menú. Pero no tenía sentido seguir pagando por ver contenidos que suponíamos que ya cubrían las privadas. La oferta televisiva aumentaba, o eso creíamos. Por ello, no se le veía mucho sentido a ser socio de un video comunitario cuando había más canales que te ofrecían lo mismo, y GRATIS. Posteriormente se comprobará que la oferta será igual de paupérrima que cuando disponíamos de un único canal, y por este motivo se creía que quizás triunfara la televisión por cable. El Cable Ahora comprendo que aquel sistema que tanto me llamaba la atención –más que nada por el revuelo que originó en el barrio–, constituía un modesto sistema de televisión por cable, en cuanto que las imágenes provenían de un magnetoscopio, de una antena convencional y de una parabólica y ya no sólo se transmitían a los vecinos de una misma calle, sino que la red la atravesaba para suministrar a los demás vecinos. Por tanto, podemos hablar de un modesto sistema de televisión por cable. Y el video comunitario, su origen. El cable es lo que su propio nombre indica: un cable de fibra óptica que transmite información entre los proveedores y los consumidores. Esta información enviada a través del cable posibilita que no se sature el espectro y la velocidad de transmisión. El cable ha sido tradicionalmente un modo de distribución de imágenes en movimiento y actualmente se está convirtiendo en el canal por el que discurren servicios integrales de telecomunicación: datos, imágenes y voz. Por ello, hablar de televisión por cable hoy es hacer referencia a tan sólo uno de los servicios que ofrecen los operadores de telecomunicaciones por cable. Para tener este servicio del que se viene hablando se debía cablear toda la extensión donde se desee recibir la señal, inclusive las casas de los abonados, lo cual representa un coste inicial extremadamente alto. De hecho recuerdo cómo levantaron el asfalto de la calle para introducir esos mismos cables que iban por las fachadas. La diferencia entonces era que no la suministraba ningún vecino y que en lugar de ir por arriba, iba por el subsuelo. La Ley Todo en España siempre llega con retraso. Y cuando llegó el cable, ya estaba el satélite. Sin embargo, se hizo efectiva una normativa que regulara el tema, apareciendo la la Ley 42/1995 de las Telecomunicaciones por cable. Esta ley establecía que el servicio de telecomunicaciones por cable es un “servicio público de titularidad estatal que será prestado por los operadores de cable en régimen de gestión indirecta, mediante concesión administrativa otorgada por el Ministerio de Fomento a través de los oportunos concursos públicos”. Además, determina que el servicio será prestado por demarcaciones territoriales. En el caso de Andalucía, para que el cable fuera democrático, se estableció 4 demarcaciones: - A1: Almería, Granada y Jaén. - A2: Cádiz y Huelva. - A3: Córdoba y Málaga. - A4: Sevilla. Finalmente se establecieron 11 demarcaciones a concurso, quedando por último dos: - Cádiz y Huelva: donde participa ONO. - Jaén, Córdoba, Sevilla, Málaga, Granada y Almería: donde interviene AunaCable Supercable. La Realidad actual Pero parece que el negocio del cable no acaba de cuajar. El retraso en la salida del Cable en España provoca una situación atípica donde el satélite se anticipa a las redes de Cable. Es más, no se apuesta por este tipo de tecnología, además de por los costes que implica cablear toda una ciudad como dijimos anteriormente, no es posible colocar este tipo de tecnologías en centros urbanos -como Barcelona o Toledo. E incluso compañías como Telefónica, que apuntaban como una de las empresas punteras en la inversión del cable, han preferido ampliar su ancho de banda antes de invertir en esta tecnología. Por tanto, hoy en día el cable no está gozando en el territorio español de una implantación generalizada en los hogares, a mucha distancia de la televisión digital por satélite, Internet y por supuesto de la telefonía móvil. Esto no deja de ser curioso, ya que el cable precisamente integra en un mismo soporte televisión digital, Internet y telefonía. Pero los días de esta tecnología están contados. La feroz competencia del satélite y las grandes inversiones hacen que en el futuro sólo se pueda hablar de lo que hubo después del cable… |